El agua es un elemento imprescindible para el desarrollo de la agricultura y un mejor aprovechamiento, permitirá optimizar su uso y maximizar el potencial agrícola del país.

La falta de este vital líquido en la estación seca, impacta directamente en la agricultura, porque no se producen suficientes alimentos, se incrementan los precios de los productos y, principalmente, de las provisiones de consumo diario en la dieta de los guatemaltecos. Además, los hogares rurales ven mermados sus ingresos.

Ahora bien, el excedente de agua de lluvia que no se logra canalizar o regresar al manto freático, también impacta negativamente. En este caso, se desperdician enormes cantidades de agua que podrían aprovecharse para recuperar el balance hídrico durante la época seca, cuando escasea o cuando hay poca disposición.

En la economía, la falta del acceso al agua impacta en el aporte de la agricultura al Producto Interno Bruto (PIB), el cual ronda entre el nueve y diez por ciento. De igual manera, afecta la calidad de los cultivos, el empleo agrícola y los ingresos de los agricultores.

Esta escasez también tiene consecuencias en el ámbito social, porque incrementa el costo de la canasta básica, aumenta el riesgo de la inseguridad alimentaria, con efectos en la desnutrición de la niñez y otros grupos vulnerables.

Finalmente, y no menos importante, el medio ambiente también se ve perjudicado, ya que las consecuencias de los desequilibrios hídricos incrementan el riesgo de erosión de los suelos. El caudal de agua que se pierde podría aprovecharse para estabilizar el balance hídrico en el territorio, en las cuencas, subcuencas y las regiones priorizadas.

La Política Nacional de Riego 2024-2033 es una alternativa para frenar estos sucesos que afectan el desarrollo rural, porque promoverá acciones para que el acceso a agua no solo dependa de la temporada de lluvias, sino que, por medio de la tecnología y buenas prácticas, se incremente la cobertura de tierras irrigadas.