El cultivo del mango prospera, principalmente, en climas tropicales y subtropicales, donde el árbol puede crecer en suelos bien drenados y con un pH ligeramente ácido. La temperatura ideal para el crecimiento del mango oscila entre 24 y 27 grados centígrados, ya que el frío extremo o las heladas pueden dañar seriamente el cultivo.
Las temporadas de lluvia, seguidas de períodos secos, suelen ser beneficiosas para una buena floración y fructificación. Además, el árbol del mango requiere una exposición prolongada al sol y riego adecuado durante su fase de crecimiento, aunque el riego debe reducirse durante la fase de maduración.
El manejo del mango incluye prácticas como la poda, para mejorar la circulación de aire y la entrada de luz, además del control de plagas y enfermedades, entre las cuales destacan el mildiú polvoroso y la antracnosis, que afectan la calidad de los frutos.
La cosecha del mango se realiza cuando el fruto está en su punto de maduración, y puede variar en función de la variedad. La recolección se hace cuidadosamente para evitar daños y se debe manipular con cuidado para conservar su frescura. Este cultivo es rentable y su demanda es alta debido a su sabor (JB/ea).